Creo que es la pregunta que más veces me he formulado a mí misma en toda la vida, así como miedo me han dado sus respuestas y la posibilidad de haber perdido alguna oportunidad. Y es que, en un instante, la historia puede dar un giro de trescientos sesenta grados. De repente, todo transcurre y cambia tan deprisa como el tiempo que tardan dos miradas en cruzarse y conectar.
Nuestras decisiones y elecciones van determinando el camino que iremos tomando a lo largo de la vida. Pero a veces se nos olvida un factor externo en el que creo absolutamente, que no depende de nadie y depende de todos al mismo tiempo: el destino. Porque cuando ocurren ciertas cosas, no sólo intervenimos nosotros mismos sino todos los elementos externos, así como las decisiones que otros tomaron y que, sin conocerlos, también afectaron a las nuestras propias. Porque lo que tiene que pasar, pasa. Como que aquel día, a esa precisa hora y en aquel lugar exacto, decidieras no coger la bici y prefirieras el metro, con lo que a ti te gusta sentir el viento en la cara y observar a los viandantes mientras caminan, evitando así que acabaras empapado por la lluvia en aquella entrevista. O esa beca que alguien dejó y tú ya no querías, pero que aceptaste y te llevó a conocer a aquella persona tan importante y de quien tanto aprendiste. Ese cambio a última hora que te permitió llegar a tiempo a aquella cena en la que todo el mundo se lo pasó tan bien y que tú, sin embargo, solamente ansiabas por poder volver a verla. A ella, a quien no ves nunca y de la que tanto te acuerdas, para acabar empujados a un nuevo silencio incómodo, fruto de un sinfín de preguntas que ninguno supo o se atrevió a contestar, pero que aquel día acabaron en beso.
¿Te imaginas qué hubiera pasado si…? Si hubieras viajado en aquel avión y te hubieras marchado de voluntaria a aquella escuela de Nigeria. Si hubieras estudiado Derecho o si hubieras cogido ese tren a tiempo. Si hubieras sido lo suficientemente valiente como para decirle lo que sentías y no tener que preguntarle al silencio si la felicidad más absoluta estaba ahí delante, tú que en el fondo ya lo sabías, cuando lo único que tenías que hacer era ganarle un pulso a la cobardía y correr tras ella para no dejarla escapar. Te imaginas si él o ella te hubiera devuelto aquel beso. Te imaginas su tacto, su pelo, su aroma y su calor en tus brazos. Te imaginas cómo sería despertarse con olor a café recién hecho junto con el de la persona que está al otro lado de la almohada, y saber cómo suena su voz en susurros cuando sus palabras son secretos dedicados sólo para ti. Te imaginas sus juegos a dejar huellas por la habitación, notas entre tus libros, posits con citas en las ventanas, mensajes en el espejo, dibujos y fotos en los cajones, un mapa en tu buzón y las pistas justas y necesarias para poder encontrarla entre los millones y millones de habitantes que residen en el mundo entero, cuando lo que más quieres sólo ocupa su rincón
Y si ese tren que pasó una vez te esperara en una nueva estación, ¿correrías esta vez a por él?
Nunca te preguntes qué hubiera sido si… simplemente corre, no lo dejes escapar. Porque aunque el destino se empeña en que más tarde o más pronto ciertas cosas sucedan, la decisión de correr para dar el último salto es tuya.
S.
Nunca te preguntes qué hubiera sido si… simplemente corre, no lo dejes escapar. Porque aunque el destino se empeña en que más tarde o más pronto ciertas cosas sucedan, la decisión de correr para dar el último salto es tuya.
S.