Desde la cocina el olor nos alcanza, “el bullit està servit”; dice su voz a la hora de siempre. Sentados contemplamos felices la lumbre, el baile del fuego quebrando la leña que se refleja en nuestras miradas embobadas a conjunto con nuestras mejillas que se sonrojan.
Hablamos. De todo y de nada, pero hablamos. Mucho. Sobre todo nos reímos. Ella nos escucha, o al menos eso intenta. Los años no pasan en balde, así que subimos la voz y nos acercamos para tratar de hablarle pausado y más claro. Todo transcurre a su alrededor, es una gran matriarca y como tal, acerca a sus polluelos a su vera.
Cenamos y nos reímos de nuevo. Venerada tradición la sobremesa si estamos juntos.
Ella nos mira, observa callada y de vez en cuando sonríe. Nos acaricia y recuesta la cabeza en nuestro brazo. Se ríe, esta vez a carcajadas. Andreu y sus disparates le hacen reír a cualquiera. El barullo de las risas y los chistes animan la velada y juntos, de nuevo, no podemos parar de reír. Yo me atraganto de la propia risa y mi cara le hace reír más, si cabe.
Finalmente, ella se levanta para retirarse. Es tarde, pero antes se acerca a darnos uno por uno nuestro beso de buenas noches. “Puede que ya no oiga, pero veros reír me contagia y me devuelve las ganas de hacerlo. Así, ¿cómo no van a ser buenas las noches?” Yo la miro y vuelvo a sonreír, esta vez de absoluta felicidad, la de seguir teniéndola.
Contágiame
De tu cariño y calor cuando haga frío,
de tus caricias en silencio que dan abrigo.
Contágiame del amor de tus miradas,
los rescoldos de aquellas largas madrugadas.
Cuando me abraces, no dudes de hacerlo fuerte,
y que las cosquillas en la piel siempre despeinen.
Porque no hay nada mejor que ver tu rostro recién despierta,
así que contágiame de ti, contagiémonos más cerca.
S.
Imagen
Hablamos. De todo y de nada, pero hablamos. Mucho. Sobre todo nos reímos. Ella nos escucha, o al menos eso intenta. Los años no pasan en balde, así que subimos la voz y nos acercamos para tratar de hablarle pausado y más claro. Todo transcurre a su alrededor, es una gran matriarca y como tal, acerca a sus polluelos a su vera.
Cenamos y nos reímos de nuevo. Venerada tradición la sobremesa si estamos juntos.
Ella nos mira, observa callada y de vez en cuando sonríe. Nos acaricia y recuesta la cabeza en nuestro brazo. Se ríe, esta vez a carcajadas. Andreu y sus disparates le hacen reír a cualquiera. El barullo de las risas y los chistes animan la velada y juntos, de nuevo, no podemos parar de reír. Yo me atraganto de la propia risa y mi cara le hace reír más, si cabe.
Finalmente, ella se levanta para retirarse. Es tarde, pero antes se acerca a darnos uno por uno nuestro beso de buenas noches. “Puede que ya no oiga, pero veros reír me contagia y me devuelve las ganas de hacerlo. Así, ¿cómo no van a ser buenas las noches?” Yo la miro y vuelvo a sonreír, esta vez de absoluta felicidad, la de seguir teniéndola.
Contágiame
De tu cariño y calor cuando haga frío,
de tus caricias en silencio que dan abrigo.
Contágiame del amor de tus miradas,
los rescoldos de aquellas largas madrugadas.
Cuando me abraces, no dudes de hacerlo fuerte,
y que las cosquillas en la piel siempre despeinen.
Porque no hay nada mejor que ver tu rostro recién despierta,
así que contágiame de ti, contagiémonos más cerca.
S.
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