Querido tú que probablemente nunca me leas,
Quizá fuera una locura jugarle un pulso a la gravidez y tirarme sobre aquel precipicio por tan solo un instante, pero no pude evitarlo, aquel momento valió la pena, aquel segundo fue capaz de curarlo todo aunque durara tan poco y me cueste tanto olvidarlo. Aquel recuerdo lo salvó todo y, sobre todo, me salvó a mí que tanto lo necesitaba. Tu voz, tu sonrisa, tu barba... Siempre me gustó tu barba, la camiseta de color granate con la que te conocí aquella tarde, tu forma de mirar y tus hoyuelos, aunque tú nunca lo supieras, aunque nunca me vayas a leer.
Aunque tú no lo sepas o quizá no te acuerdes, detuvimos el tiempo, silenciamos la música y a la gente de fondo. Fue tu manera de mirar la que supo apreciar el color de mis ojos. Aunque nunca me leas o vayas a leerme, y quizá no recuerdes, nuestras miradas se olviden y ya no conecten. Aunque tú no lo sepas, hoy te escribo a ti. Te escribo para decirte lo que nunca fui capaz, que quise besarte y tampoco me atreví.
Quizá necesite ponerle un punto final a aquello que imaginé. Dejar de enamorarme de lo que nunca llegó a ser, de aquello que sólo duró un instante, por mucho que me hiciera sonreír. Porque “no hay nostalgia peor que añorar lo que jamás sucedió”.
Alguien me dijo una vez que si algo tenía que ser, sería. Que las miradas conectan, se cruzan y no olvidan, pero es el destino quien les envía ese guiño. Hoy he decidido dejar de buscar tu mirada, hoy me dispongo a dejarte marchar. Hoy dejo al tiempo que se encargue de los recuerdos, los empuje y arrastre tan lejos que no me deje alcanzar. Hoy me dispongo a dejarte marchar, hoy quiero dejar de mirar hacia atrás y que mis pestañas se sequen. Hoy he decidido aprender a olvidar.
S.
Quizá fuera una locura jugarle un pulso a la gravidez y tirarme sobre aquel precipicio por tan solo un instante, pero no pude evitarlo, aquel momento valió la pena, aquel segundo fue capaz de curarlo todo aunque durara tan poco y me cueste tanto olvidarlo. Aquel recuerdo lo salvó todo y, sobre todo, me salvó a mí que tanto lo necesitaba. Tu voz, tu sonrisa, tu barba... Siempre me gustó tu barba, la camiseta de color granate con la que te conocí aquella tarde, tu forma de mirar y tus hoyuelos, aunque tú nunca lo supieras, aunque nunca me vayas a leer.
Aunque tú no lo sepas o quizá no te acuerdes, detuvimos el tiempo, silenciamos la música y a la gente de fondo. Fue tu manera de mirar la que supo apreciar el color de mis ojos. Aunque nunca me leas o vayas a leerme, y quizá no recuerdes, nuestras miradas se olviden y ya no conecten. Aunque tú no lo sepas, hoy te escribo a ti. Te escribo para decirte lo que nunca fui capaz, que quise besarte y tampoco me atreví.
Quizá necesite ponerle un punto final a aquello que imaginé. Dejar de enamorarme de lo que nunca llegó a ser, de aquello que sólo duró un instante, por mucho que me hiciera sonreír. Porque “no hay nostalgia peor que añorar lo que jamás sucedió”.
Alguien me dijo una vez que si algo tenía que ser, sería. Que las miradas conectan, se cruzan y no olvidan, pero es el destino quien les envía ese guiño. Hoy he decidido dejar de buscar tu mirada, hoy me dispongo a dejarte marchar. Hoy dejo al tiempo que se encargue de los recuerdos, los empuje y arrastre tan lejos que no me deje alcanzar. Hoy me dispongo a dejarte marchar, hoy quiero dejar de mirar hacia atrás y que mis pestañas se sequen. Hoy he decidido aprender a olvidar.
S.