Me invadió la locura, o quizás fueran la nostalgia, el vacío y el frío los culpables de todo. Pero, sin haberlo planeado, ahí estaba, despertando al pasado, volviendo la vista atrás. Uno de esos días en los que un bucle de sentimientos te arrastra y acompaña junto con la música de la banda sonora más triste y melancólica elegida concienzudamente por la kamikaze que llevas dentro con el único propósito que el de hacerte llorar. Y es entonces cuando te lanzas al vacío, cayendo en todas las tentaciones que la soledad te sirve en bandeja para acabar siendo la infausta y miserable autora de mensajes patéticos cuyo argumento es tan poco sutil como elaborado. Un simple “te echo de menos” cuyo significado no es otro que “estoy sola y eres mi plan Z”, el único que tengo, mejor dicho; que tenía. Una falsa alternativa con aspecto de botón de emergencias que corre el riesgo de ser presionado y convertirse en un salvavidas barato a la soledad. Los meses de invierno son los peores porque el frío te cala los huesos y las tazas gigantes de café y los calcetines largos nunca son suficientes. Porque cuando el frío cala de verdad, alcanza al corazón. Pero deambular por casa sola y en pijama con un moño alto sujeto por un lápiz de rayas amarillas y negras como modo de hibernación tiene un riesgo elevado de convertirse en un estilo de vida depresivo adictivo.
Pero de repente te encuentras ante el espejo y decides que el moño, aunque cómodo, es repetitivo y aburrido. Así que te atreves y acabas cortándote el pelo tú misma, auto convenciéndote de que con los rizos no se notarán tanto los trasquilones. Y el gris se convierte en blanco, en turquesa, en coral, en labios rosas, en pulseras y sandalias, en cervezas, terrazas y atardeceres. Te das cuenta de lo sexy que es la barba combinada con vaqueros y camisa blanca, y que llevas sin usar pijama y calcetines tres semanas y media, el mismo tiempo que el emoticono del beso con guiño y corazón incluido lleva apareciendo el primero de entre tus favoritos. Porque resulta que un día te asomas al mundo y, sin darte cuenta, es primavera, y el frío se ha marchado.
S.
S.
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