“Ella era feliz a la sombra de sus palabras, era como su pequeño rinconcito de paz en medio de este mundo de locos, y aunque pensaba que aquello duraría para siempre, inevitablemente el otoño llegó. Y a pesar de que se había prometido a sí misma que nunca dejaría que a sus palabras se las llevara el viento, dejó que volaran. Porque como todo el mundo sabe, las maravillas no están hechas para ser enjauladas.
Gracias por ser maravillosamente única, por las noches hablando de todo y de nada y por ser la hermana mayor que nunca tuve.
“Ella sólo tiene miedo al miedo, y hasta el miedo la amaría…”
Te quiere, A.”
Gracias por ser maravillosamente única, por las noches hablando de todo y de nada y por ser la hermana mayor que nunca tuve.
“Ella sólo tiene miedo al miedo, y hasta el miedo la amaría…”
Te quiere, A.”
Hoy no soy yo la que da voz a sus palabras, hoy transcribo las tuyas para darte las gracias y otorgarte lo mínimo que te puedo dar; un pedacito de este espacio. Porque te pertenece, ya que sin ti hoy no habría un ápice de luz para aquellas que se refugian en la sombra. Hoy quería agradecerle a la vida su empeño en elegir minuciosamente a las personas que conforman la nuestra, porque tú estás en la mía. Hoy quería darte las gracias a ti A., que me ayudaste a dar este salto y fuiste la primera persona a la que le enseñé este secreto. La primera que invirtió su tiempo en leerme, y que cuando acabó, me escribió inmediatamente, a las tantas de la mañana, para felicitarme y pedirme que siguiera llenando páginas con tinta y letras. Hoy quería recordarte que me encantan nuestras locuras casi tanto como tú, y que si tuviera que elegir a alguien para que me guardara mis mayores secretos, tú seguirías siendo esa persona.
Para ti, con todo mi amor y cariño, S.