No a las imposiciones, a los estándares y al sentimiento de culpa. No al victimismo y a la gente negativa que contamina, ¡fuera de mi vista! No a los que dicen quererte y nunca lo demuestran. No al café de mentira. Rotundo no a los “muñecos rusos”, bonitos por fuera y vacíos por dentro. No a la falta de educación y mucho menos a quienes dicen tenerla y que nunca la usan. Absoluto no a los “consejos vendo que para mí no tengo”, y a aquellos que critican a la cara porque hacerlo a las espaldas es de falsos. Y si dejaras de criticar, ¿eso qué sería?, ¿civismo?, ¿educación, tal vez? Llámenme rara, pero eterno no a madrugar los lunes. No a los spoilers y a las ganas de joder la marrana. Dejémoslo claro, irrevocable no a las mentiras, las frases a medias y a la barra libre en puntos suspensivos, los silencios incómodos y los mensajes vacíos y entre líneas con significados indescifrables hasta para sus propios dueños. No a los típicos y menos a los tópicos. Un no categórico a la opresión y las etiquetas, ya basta de cuentos, ¡con milongas a otra!
Sí, sí y sí a las carcajadas, a los planes espontáneos y a los abrazos fuertes, de los que estrujan y transmiten calor, de los que curan el alma. Me pongo en pie y me quito el sombrero ante los besos en el cuello, con pasión, que suben hasta la barbilla y se pierden por la comisura. Intachable sí a las duchas a primera hora, de las que arden, enrojecen la piel y te envuelven de vaho. Un sí rendido a los pies de Dire Straits, al rock and roll en su total dimensión, a soñar despierta y dormida, a Barrie por entender que todos llevamos dentro un Peter Pan que desearía seguir siendo un niño y a su convicción en no dejar de serlo nunca. Un SÍ en mayúsculas al buen vino y al malo siempre que la compañía lo camufle. Sí a los labios pintados, la mezcla perfecta entre rojo y burdeos. A la comida que se cocina a fuego lento y se come frente al mar, a Menorca, paraíso donde los haya. Sí a meter la pata hasta el fondo, a caerse y levantarse, a correr riesgos y a soltarse el pelo, bajar las ventanillas y gritar. Sí a Jackson Pollock y a Mark Rothko y sus peculiares maneras de entender los colores y plasmarlos. A la locura y a Woody Allen por convertirla en sinónimo de genialidad. Sí a pedir deseos bajo mantos de estrellas siempre que al salir el sol la lucha sea incansable hasta conseguirlos. ¡SÍ!
S.